Cuando, en torno a la mesa de la Eucaristía, nos sentamos con Sor Nieves y Nekane, en primer lugar se marcan bien las generaciones: 75 años, 50 años. De la fuente común, va saltando el agua refrescante de la Gracia, salpicado y empapando, de una generación a otra, el carisma mercedario. Eso nos identifica, nos une y nos compromete, fortalece la identidad de la casa y construye un futuro de esperanza.
Es mucha gracia poder celebrar las bodas de diamante y de Oro. Significan muchos años, y mucha vida. Es decir mucho Dios, mucha fidelidad por su parte que ha hecho que nosotras, en nuestra pequeñez, con su fuerza y fidelidad hemos dicho día a día este sí, este “heme aquí”’.