Jóvenes procedentes de Madrid de comunidades cristianas comparten su tiempo en la misión de S. Isidro de Nijar (Almería) del 4 al 13 de agosto. . VEN Y VERÁS...
ECOS DE ALMERÍA: Hna. Maria Jose Cano, mc
Testimonio de un jóven:
Querida hermana :
“Ven y verás”, me dijeron. ¡Vaya si he visto…! Pero no con mis ojos (que también) sino con mi corazón. Noto que se ha ensanchado cual esponja que no para de absorber lo que llega a ella. Y es que a mi corazón han llegado muchas cosas estos días. Muchísimas. Demasiadas. Tantas que ahora mismo no soy capaz de asimilar todavía.
¿Por qué vine? Porque no tenía nada mejor que hacer. Ni dinero. Ni pareja. Y es que, si hubiera tenido alguna de las dos cosas, seguro que no estaría aquí.
¿Qué por qué vine aquí? Por Adrián. O por Dios, que me habló a través de él. Pero sin duda no fue por lo que me contó sino por cómo me lo contó. Su corazón, un mes después de la experiencia, todavía ardía. Su actitud era realmente inconformista. Era una persona nueva. Sin duda, algo había cambiado dentro de él. Y en ese momento supe, que tarde o temprano, vendría a Almería. Que yo quería lo mismo para mi vida.
¿Y cómo vine? Con muchas expectativas, claro. Y con respeto. Mucho. Siempre lo tengo ante experiencias nuevas y desconocidas. Como no sé qué me voy a encontrar, intento llegar sin juicios y con humildad. Y dispuesto a servir en lo que hiciera falta. Así llegué.
¿Qué es lo que he vivido? Un contraste muy fuerte. Una bofetada de realidad. La certeza de llevar un modo de vida incoherente, cómodo. La constatación de que lo fácil es venir aquí 10 días y deslomarte por los morenos, por las monjas, por el Reino. De que lo complicado es cómo gestionar los 355 días restantes y encajarlos en mi vida. La idea de que me preocupo por llenar el silencio en mi vida, cuando a veces, simplemente, hay que dejarlo resonar. La evidencia de que la injusticia vive a 5 minutos de casa, se llama San Isidro o Barcelona.
(Comida en un assentamiento)
La consciencia de mi parte de responsabilidad en este mundo. Que lo que a mí me sale barato, otros lo pagan caro. La reflexión de que hago muchas cosas en mi vida sin sentido, y que lo cobran cuando su finalidad no es otra que amar y servir.
Una llamada a dar más, a dejar de ser un cristiano de fin de semana, a que mi comunidad no puede ser sólo la suma de átomos, que tiene que ser una molécula. Que tengo que revisar mi acompañamiento, hacia Nuria y María y hacia mí mismo. Que tengo que ser honesto conmigo mismo y con mi tiempo, que es limitado y valioso. A que tome la opción que tome, va a implicar una renuncia; a un comportamiento, a una vida cómoda, a una forma de hacer y/o pensar… Y sobre todo que no debo de tener miedo a esta renuncia si la llamada viene de Dios.
He aprendido, sobre todo gracias a Laura, que debo abandonar mi racismo para abrazar la tolerancia y la dignificación de las personas. Que cuántas veces yo no me merezco que me escuchen, que me cuiden, que me quieran, que me acojan… Y aun así recibo yo todo eso.
Que el buen Samaritano no soy yo. Ojalá. Que han sido los inmigrantes los que han intentado curar mis heridas de soberbia, de creerme más y mejor que los demás. Que, igual que Cristo se despidió de sus amigos y puso en juego su vida, así lo hacen también miles de personas que abandonan su país, su familia y se lanzan al mar hacia una muerte casi segura.
Dar tu vida por los demás. Sí, Señor. Comulgar para mí nunca tendrá el mismo significado a partir de ahora. También he hecho un aprendizaje que no es nuevo: el de la piel, el de sentir, el de emocionarme sin complejos, el de dejar de lado el cerebro y dejar lugar al corazón. Por todo esto y mucho más, he empezado diciendo que he vivido tantas cosas que ahora mismo me cuesta asimilarlas todas. Y quiero terminar esta carta con un fragmento del libro “Desintoxica tu vida espiritual en 40 días”, de Peter Graystone; que resume de alguna forma esta experiencia:
“El seguimiento de Jesús te puede guiar por caminos que no son seguros, te puede colocar en medio de gente extraña, puede llevarte a lugares que te resulten totalmente extraños. Te puede confundir, puede incluso llegar a cansar tu espíritu, llenarte de miedo ante lo que te reserva el futuro. Te puede llevar a cuestionar todas aquellas cosas de las que solías estar seguro, puede hacerte vivir experiencias cuyo sentido puede resultarte un misterio. Pero Jesús te pregunta: “¿Eres parte de esta aventura?” Y tú, cansado, le respondes: “Bueno… ¿qué tal es la panorámica desde lo alto?” Y él te responde:” Ven y verás””.