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Durante los días del 28 de abril al 1 de mayo, ha tenido lugar en Barcelona el Encuentro Intermercedario con motivo de la celebración del Octavo Centenario de la fundación de la Orden de Merced, en el que hemos participado un numeroso grupo de Hermanas Mercedarias de la Caridad junto a los Mercedarios de las provincias de Castilla y Aragón, las Religiosas de la Orden, las Mercedarias Misioneras de Barcelona y las Mercedarias del Santísimo Sacramento. A lo largo de estos días, las mañanas han estado dedicadas a visitar los lugares más significativos relacionados con la Orden, rememorando y haciendo historia de los ochocientos años de redención. Las tardes, han estado destinadas a exposiciones de la misión de las diferentes congregaciones que conforman el olivo de Nolasco y que encarnan el carisma de liberación legado por él.

A lo largo de tres años, hemos estado preparándonos con devoción para la celebración de este año jubilar que la Iglesia nos ha otorgado. En el primero de ellos, nos dejamos acompañar por la memoria de San Pedro Nolasco, Fundador de la Orden, que inició su obra redentora por amor a la libertad de los hijos de Dios. A nuestra Santísima Madre de la Merced nos encomendamos en el segundo año de preparación como inspiradora de la Orden y a sabiendas, que es voluntad de Dios, que María fuese asociada a la obra redentora de Jesús; agradezcamos a Jesucristo, por habernos dado a su bondadosa madre que siempre intercede con afecto materno por todos los cautivos, para que se vean libres de las cadenas de la opresión. Ya, en el tercer año, Cristo Redentor, pilar de toda espiritualidad mercedaria, ha estado presente en nuestras celebraciones, aludiendo a esa forma radical de “dar la vida” como Él la dio por nosotros; por lo tanto situándolo como ejemplo y testimonio para quienes prestamos nuestro servicio en la misión redentora.

Al llegar a este año, celebración del Octavo Centenario de la Orden, estamos haciendo memoria, como nos dice el Papa Francisco, de las grandes gestas cumplidas en estos ocho siglos en la obra de la redención de cautivos, no para quedarnos en la exposición de un pasado glorioso, sino para saber, que la verdadera vida de cada uno de los Institutos que configuramos la Orden, ha de buscarse en el constante esfuerzo por adecuarse y renovarse, a fin de poder dar una respuesta generosa a las necesidades reales del mundo y de la Iglesia, siendo fieles al patrimonio perenne del que somos depositarios.

Que las vivencias de estos días de encuentro en comunión fraterna, en el marco del octavo Centenario de la Orden, nos lleven a «proclamar el año de gracia del Señor» a todos aquellos a los que somos enviados: a los perseguidos por causa de su fe y a los privados de libertad, a las víctimas de la trata y a los jóvenes de las escuelas, a los que atendemos a través de cualquiera de las obras de misericordia, a los fieles de las parroquias y a las misiones que nos han sido encomendadas dentro de la Iglesia.

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