JUBILEO

El día de la Inmaculada, fiesta de la Virgen, tan querida para nosotras hermanas mercedarias de la caridad, tuvo lugar en Roma la Apertura de la Puerta Santa, dando así inicio el año jubilar de la misericordia. El Papa Francisco había comunicado en la Bula de proclamación de este año, tan importante para la Iglesia universal, que abriría la puerta santa de la misericordia para que todos los que entraran por ella pudieran llegar a gustar el amor eterno de Dios manifestado en Jesús, rostro misericordioso del Padre.

 

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Acompañada de algunas hermanas del consejo general y de la comunidad de Roma, participamos en dicho acontecimiento llevando en mi corazón a todas las hermanas de la Congregación. El día estaba lluvioso, y fue como un signo importante para nosotras. Sentimos como una lluvia suave calaba nuestros cuerpos, era como si la gracia de Dios y su misericordia divina nos empapara por dentro, para poderla nosotras derramar en todas las hermanas, en las personas que viven y se acercan a nuestra espiritualidad, y en todos aquellos a los que nos sentimos vinculadas por misión, por afecto y por carisma.

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Fue un día de fiesta en el que agradecí a Dios la oportunidad de representar a la Congregación y a las hermanas en este acto importante para la Iglesia. En mi oración, ofrecí al Señor la vida de toda la Congregación, a cada una de vosotras, mis queridas hermanas, laicos y familiares pidiéndole a Dios con fuerza: Haznos misericordiosas a tu imagen y semejanza. Oré intensamente para que nuestras vidas reflejen el rostro misericordioso de Dios, y todos nuestros gestos redentores, en este año jubilar, estén llenos de misericordia y ternura de Dios para todos los seres humanos y lleguen a encontrarse con el Dios que se reveló a Moisés, “compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en amor y en fidelidad (Ex 34,6).

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Os invito también, a todas las hermanas, a pasar la “Puerta Santa de la Misericordia” en vuestros respectivos lugares, abierta ya en todas las catedrales del mundo. Que al pasar por ella, como quiere el Papa Francisco, experimentemos la gracia de la misericordia de Dios en nuestras vidas. (Sor Aurora Calvo Ruiz, superiora General)