ࡱ>  bjbjdd 40x:%z z 8DtGFFFFFFF$dJMFFQ@"FDGc#c#c#rR58Fc#Fc#c#2|"m]4f Za3FZG0Gs3LM!~LM$]4]4LM5c#FFc#GLMz : LA MISERICORDIA EN EL CARISMA MERCEDARIO La misericordia es uno de los elementos integrantes del carisma, aunque podramos decir que pertenece al ncleo del mismo por estar totalmente enraizada en la caridad. Partimos de la radical carencia del ser humano, ser contingente que depende de Dios y, en cierta medida, de los dems. Nadie es totalmente autosuficiente y la limitacin humana se puede convertir en una profunda necesidad. La misericordia es esa forma particular que tiene Dios de acercarse a la humanidad precisamente en lo ms vulnerable de la persona. l es quien mejor ha tocado las heridas de la humanidad para sanarlas. Dios tiene en cuenta la limitacin y la vulnerabilidad humana porque no es un Dios impasible y alejado. No es el Dios de los filsofos, perdido y adormecido en su cielo. Es un Dios que se implica en el sufrimiento del ser humano, lejos de lo que piensan hoy en da tantas personas. Cul es la imagen de Dios que hemos presentado y presentamos a nuestra sociedad? Dios sufre con, y si eso es as, nosotros no podemos permitirnos el lujo de permanecer indiferentes. A veces tranquilizamos nuestra conciencia con actos caritativos, pequeas limosnas que no liberan al ser humano de la opresin ni lo levantan de la postracin. Me atrevo a decir que la hermana mercedaria de la caridad, por carisma, o es una mujer misericordiosa o no es mercedaria, porque la misericordia es una forma concreta de vivir la caridad. Ella, a travs de su vida y sus palabras, ha de ser el canal por donde se transmite la misericordia. Con su entrega y su forma de actuar va dejando a su paso gestos de misericordia que son medio de difusin del carisma. Qu entregamos de nosotras mismas? Lo entregamos todo como la viuda o reservamos gran parte de nosotras? Totalidad en la entrega significa que nace del interior: de un corazn convencido, enamorado, apasionado. El verdadero amor no mide, no calcula, no espera nada a cambio. He elegido las obras de misericordia por su profundidad y porque en ellas se contiene lo mejor de la misericordia. Cada una de ellas trata alguno de los grandes temas que afectan a la humanidad y toca la raz ms vulnerable del ser humano:  En la medida en que las vayamos profundizando, comprobaremos una amplia gama de actitudes y acciones que nacen de un compromiso firme y consolidado de vivir la caridad. Considero que a travs de ellas podemos descubrir la riqueza de nuestro carisma en la perspectiva de la misericordia. OBRAS DE MISERICORDIA El Papa Francisco, en Misericordiae Vultus dice: Es mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Ser un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada, ante el drama de la pobreza El P. Zegr, en Instruccin para las jvenes que soliciten ingresar estableci la importancia de las obras de misericordia para nuestro carisma y misin: ejerciendo todas las obras de misericordia, espirituales y corporales, en la persona de los pobres. Aparece con cierta relevancia en las Constituciones y constituye el ncleo de nuestra labor diaria, ya que nuestro carisma de caridad slo se puede aplicar a travs de estos gestos redentores llamados obras de misericordia. A lo largo del Evangelio estn especificadas de muchas maneras, por medio de las palabras y de las obras de Jess. En ese sentido, hay textos paradigmticos que hacen alusin a ellas. As, Mt 25 es el fundamento en el que se basa el elenco de las obras de misericordia corporales: Venid, benditos de mi Padre. Heredad el Reino preparado para vosotros desde la Creacin del mundo, porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber Lc 4 presenta el programa de Jess, cuya misin est dirigida a los ms pobres y necesitados. Estos son los destinatarios de la misericordia de Dios, y como consecuencia, de la misericordia de Jess, en la cual se basa la misin de la Iglesia. Tambin en el Antiguo Testamento aparecen mltiples textos que hacen referencia a las necesidades concretas del ser humano y a la accin misericordiosa que quiere Dios: El ayuno que yo quiero es ste: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos; compartir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo y no despreocuparte de tu hermano (Is 6,7) Es curioso constatar la formulacin de las obras de misericordia, ya que contiene en s dos tipos de personas: la que posee y la que carece. Y me pregunto en qu lado me sito, pues no podemos considerar esta clasificacin como algo esttico, sino que se produce una alternancia entre el agente y el destinatario. As pues, en muchas ocasiones soy quien puede dar; y en otras, quien necesita recibir. Ningn ser humano es totalmente necesitado y ninguno es totalmente poderoso. El mismo Jess, que en el Evangelio est al servicio de los necesitados, termina situndose en el lado contrario. Esto ocurre principalmente en la cruz. Y tambin, en Mt 25, l se coloca como ejemplo de todos aquellos que mendigan el favor de los dems: tuve hambre, estuve desnudo. Es el testimonio ms claro de la misericordia: ponerse en el lugar del otro. Si nos situamos exclusivamente en el primer grupo, y no nos identificamos con el segundo, estaremos adoptando una actitud autosuficiente. La mejor forma de practicar la misericordia es reconociendo nuestra propia debilidad y necesidad; slo as podremos ponernos en el lugar de los dems. DAR DE COMER AL HAMBRIENTO Como he dicho antes, cada obra de misericordia contiene dentro de s una gran diversidad de interpretaciones y formas de llevarla a cabo. En ese sentido, la primera y la segunda obra de misericordia hacen alusin a lo ms bsico del ser humano: el sustento para poder vivir; pero desde un punto de vista simblico y metafrico, tambin alude a muchas otras situaciones relacionadas con el hambre y la sed. En primer lugar, el hambre real en el mundo exige una intervencin por parte de todas las instituciones, que permitan paliar esta desgracia mundial que azota a millones de vctimas. A continuacin extraigo unas palabras referentes a un reciente informe de la FAO: 04 de abril, 2016 La Asamblea General de las Naciones Unidas adopt hoy una resolucin que proclama el Decenio de accin sobre la nutricin de la ONU para 2016-2025, con la intencin de impulsar el combate al hambre y movilizar los recursos hacia esa lucha. [] Segn cifras de Naciones Unidas, actualmente hay casi 800 millones de personas que padecen subalimentacin crnica y ms de 2.000 millones sufren deficiencias de micronutrientes. Adems, 159 millones de menores de 5 aos tienen retraso del crecimiento y otros 50 millones tienen un peso bajo para su estatura. Por otra parte, 1.900 millones de personas tienen sobrepeso y 600 millones de ellas son obesas, cifras que van en aumento en casi todos los pases. A los hambrientos los colma de bienes es la fundamentacin bblica del Dios de la misericordia. l es el primero que aposta por una distribucin justa de los bienes y condena la acumulacin de los mismos: a los ricos los despide vacos. Atender a los hambrientos se ha convertido en una obligacin mundial, ya que la realidad del hambre es fruto de la injusticia social. Todos sabemos que si a unos les falta, es porque a otros nos sobra. Nuestra Congregacin, a la largo de la historia, ha tratado de dar respuesta a esta necesidad. Valgan algunos ejemplos: los comedores de caridad que existieron en su tiempo, y los centros congregacionales cuya obra apostlica acoge a personas necesitadas de un hogar, y muchos otros casos. Tambin el P. Zegr remediaba las necesidades ms primarias de aquellos que llamaban a su puerta. Sin embargo, nos urge adoptar compromisos personales y comunitarios que remedien estas situaciones. El planteamiento puede ser diverso, pero no podemos olvidar que lo importante es estar dispuestas a privarnos de lo que nos sobra, para poder ejercer la justicia con los hambrientos. Esta obra de misericordia abarca tambin otras necesidades humanas, que no son tan bsicas, pero s son ms profundas. As, en en Misericordiae Vultus el Papa habla del hasto del ser humano. Este hasto significa que la humanidad est harta de todo aquello que no alimenta, y tiene hambre de lo trascendente. La superficialidad nos aburre, no nos llena. Tiene algo esto que ver con el carisma o con nuestra misin? S, y mucho. La gran diferencia est en los valores que estamos ofreciendo al ser humano de hoy y a la sociedad para llenar su vaco, para alimentar su hambre de otra cosa alternativa: la oferta de valores slidos que apuntan hacia la felicidad de la persona, hacia el pleno sentido de sus vidas. Presentar un estilo de vida diferente que no les hunda en la rutina, la desesperanza, el desaliento esto tambin es misericordia: preocuparnos de la dimensin trascendente de la persona, tocar fondo en el vaco que todos sentimos en nuestro interior y llenarlo, alimentarlo con un pan slido y consistente, un pan que nunca les falte, porque lo tienen dentro de s mismos. Aqu radica la mstica del carisma: esa oferta de felicidad que nace, no del pan material y todo lo que vende la sociedad de consumo, sino del pan de la vida, que va mucho ms all del sacramento, porque pertenece a la esencia del mismo e incluso lo trasciende. Es decir, la Eucarista sacia a todos los hambrientos porque habla de la misericordia infinita de Dios, que entreg a su Hijo por amor. Aqu es la misericordia de Dios la que est dando de comer a los hambrientos. Y en ese caso, los hambrientos somos todos, por haber sido integrados en la redencin propiciada por la muerte y resurreccin de Cristo. Nosotras, mercedarias, cmo podemos traducir esto en obra de misericordia desde el carisma. En primer lugar, dando un mayor sentido a la Eucarista, no slo como acto litrgico, sino sobre todo como memorial: tener siempre presente nuestra historia, en este caso de pueblo de Dios redimido y salvado. La Eucarista siempre nos remite a la historia de la salvacin por parte de Dios y nos recuerda las misericordias del Seor con su pueblo, las misericordias del Seor con la Congregacin y con cada una de nosotras. Es momento para el memorial, para recordar. Por otro lado, la Eucarista, no slo nos habla de la misericordia de Dios, sino que nos enva a ser misericordiosas viviendo la caridad redentora como proceso de regeneracin en la persona y en todas sus formas. DAR DE BEBER AL SEDIENTO El agua es fuente de vida. Sin agua moriramos. Junto al alimento, el agua cubre las necesidades bsicas. Esto es lo primero que hay que cubrir en la persona. Todos tenemos experiencia de sentir sed, quizs con ms fuerza que el hambre. Y sabemos la necesidad que tiene el cuerpo de agua para nutrirse. Podemos decir que estamos en un caso semejante al anterior, pero con alguna diferencia. Normalmente la escasez de agua depende de las circunstancias en que nos encontremos. En situaciones de pobreza, este problema resulta an ms acuciante. As, uno de los proyectos fundamentales en la atencin a las necesidades primarias es la de canalizar el agua en aquellos lugares donde falta. Tenemos un testimonio de una ONG que est tratando de encauzar el agua de la lluvia, para que el pueblo la pueda aprovechar: El cambio climtico es una realidad y los empobrecidos lo sufren ms, porque se estn alterando los ciclos de las cosechas, y los efectos de las sequas y de fenmenos como el Nio y la Nia estn acabando con cosechas enteras de maz y frijol, que son el principal sustento de estas comunidades [] Cuidar del agua y del medio ambiente, y apoyar a quienes trabajamos en ello, es hacer que la misericordia de Dios restaure la dignidad de los pobres. Por otro lad, nos anima a que sepamos cuidar el ambiente y no derrochemos el agua, artculo de lujo para nosotros y medio de subsistencia para los pobres. Cuando ignoramos la escasez de agua que hay en otros lugares del mundo, estamos siendo egostas e insolidarios, y slo reaccionamos cuando nos toca de cerca, es decir, cuando nos falta la lluvia y sentimos la necesidad. Sin embargo, nosotros an tenemos recursos suficientes para paliar esa caresta, por eso an no hemos tomado conciencia plena de las consecuencias reales de la falta de agua. Por eso, cuidar el ambiente, aunque an no sintamos la necesidad, es un gesto de solidaridad con los pobres. Al igual que en la anterior obra de misericordia, dar de beber al sediento significa mucho ms de lo referente a la necesidad bsica. La sed puede aludir a necesidades profundas del ser humano. Como en el caso de la samaritana, ella era la que estaba sedienta de felicidad y buscaba en pozos secos. Y Jess es quien proporciona el agua que da vida. La sed de felicidad la sentimos todos, y lo mismo que la samaritana, a menudo buscamos all donde no est el agua verdadera. Solemos apagar nuestra sed con sucedneos del agua, que en definitiva, acentan la sed, como ocurre en la realidad. La samaritana haba sustentado su felicidad en los amores insatisfechos, que la dejaban ms vaca, y an no haba descubierto dnde estaba la verdadera felicidad. Jess es quien le hace tomar conciencia de su realidad, en una especie de confrontacin, y ella descubre en sus palabras y en aquel contexto, que hay otra agua superior, capaz de llenar el vaco humano y saciarlo hasta la plenitud. Nosotras, mercedarias tambin sentimos esa sed y somos llamadas a saciar, desde nuestra experiencia de Dios, al ser humano necesitado de ideales. No somos las que poseemos la mejor agua, el agua que salta hasta la vida eterna, pero s hemos bebido de esa agua y sabemos dnde encontrarla. Es una forma de ayudar a hidratar la vida de aquellos que viven en la esterilidad. Hidratar la vida significa proporcionar cauces. No dejar que el manantial se seque, y proporcionarle medios para que siga fluyendo su potencial. A veces nosotras mismas tenemos que quedarnos con sed, para dar a otros. La mercedaria, cuando se sita ante la persona, debe intentar descubrir el vaco que hay que llenar, saber qu es la felicidad para esa persona y facilitarle caminos. Hidratar la vida es regenerar lo que est seco, como una planta angosta, como la higuera estril, que slo necesita el agua de la paciencia. No perdamos la esperanza y tratemos de regenerar a aquella persona que est desmotivada, y la apata la aplasta, o la baja autoestima la hunde. Es como una planta mustia. El carisma mercedario genera vida y transforma los desiertos en verdes dehesas, porque es un carisma regenerador. Por tanto, hidratar la vida es creer en la persona, motivar, infundir optimismo, descubrir su potencial La samaritana encontr la razn de su vida en aquel pozo; all encontr la verdad de su existencia gracias a un encuentro, porque supo acoger el agua de la vida. Nosotras, mercedarias, tambin debemos ofrecer el agua que da sentido a la vida, facilitando el encuentro. DAR POSADA AL PEREGRINO Es el otro nombre de la acogida, elemento integrante de nuestro carisma. Con esta obra de misericordia se nos invita a dar posada al peregrino siempre que acogemos con naturalidad a las personas que se acercan a nuestra vida, sobre todo aquellas que necesitan atencin, escucha, aquellas que muchas veces no nos pueden dar nada a cambio. Peregrinos somos todos, porque todos necesitamos ser acogidos y comprendidos, y la hermana mercedaria de la caridad est llamada a servir y ofrecer su tiempo y sus cualidades a quienes ms la necesitan. Est llamada a comprender, ayudar, entregarse De esta manera incluye en su vida a quienes son prjimos. Pecamos contra esta obra de misericordia cada vez que en comunidad juzgamos o criticamos. De esta forma estamos diciendo no a los derechos de la persona. Estamos cerrando puertas, en vez de abriendo. Y la apertura de la Puerta Santa es una invitacin a abrir los brazos para recibir e integrar. A Jess los suyos no le recibieron. Fue este el primer rechazo recibido por Jess. La historia de la humanidad no estaba dispuesta a dar posada al peregrino, aquel peregrino que haba hecho un largo viaje desde el seno de la Trinidad hasta su nueva morada que sera la naturaleza humana. Todo lo contrario de lo que hicieron Mara y Jos, que renunciaron a sus planes y a su propia vida para vivir desde ese momento en funcin del peregrino que a ellos se acercaba: el Hijo de Dios encarnado. Nosotras, en nuestra historia congregacional, contamos tambin con esta actitud de rechazo, semejante al que recibi Jess. Y no podemos heredar de los orgenes el pecado, sino la misericordia. Es decir, en nuestros albores congregacionales, un grupo de hermanas desterraron al P. Zegr y le cerraron las puertas de la Congregacin, lo expulsaron de su propia obra. Es el pecado de injusticia que marc nuestros primeros orgenes. Y nosotras estamos llamadas a ser continuadoras de la misericordia y no del pecado. Estamos llamadas a seguir la iniciativa y el impulso de amor que movi a nuestro Padre Fundador a generar un proyecto que incluyera a todos aquellos que estaban siendo masacrados por la injusticia. Increble paradoja la que jalona las primeras pginas de nuestra historia congregacional: aquel hombre que luch por la justicia fue vctima de la mayor injusticia; aquel hombre que luch por los ms pobres y desheredados fue arrinconado al ltimo lugar, y olvidado. Dar posada al peregrino nos recuerda tambin la parbola del buen samaritano, que curiosamente desglosa infinidad de gestos redentores incluidos en el carisma mercedario. Es el ejemplo claro de todas las obras de misericordia ejemplificadas en un solo caso. Nos toca ahora acercarnos al caminante atendido por el samaritano, que lo lleva a la posada y paga con antelacin su hospedaje. Es otra forma de abrir las puertas de su casa al prjimo, en este caso un extrao. Le abre las puertas y le abre el bolsillo, pues paga con generosidad los cuidados. No escatima a la hora de desprenderse de su dinero, de lo que es suyo, para darlo a la persona necesitada. Es el caso de tantos peregrinos que se cruzan con nosotras: los inmigrantes que llegan a nuestras costas, de los ancianos que vienen a nuestras residencias, de los nios acogidos en nuestras casas y de tantas otras situaciones que a lo largo de la historia han sido atendidas por la hermana mercedaria de la caridad, que no ha escatimado esfuerzos en su entrega diaria. Nuevos retos aparecen en nuestro horizonte ante el caso de los refugiados. Es una nueva llamada a dar posada al peregrino, al extranjero que viene de lejos y ha sido desterrado de su heredad, como nuestro P. Zegr. Volvamos a renovar nuestros orgenes y acojamos en nuestra casa a todos los que han sido expulsados de la suya. De esta forma, estaremos abriendo las puertas al Jess que rechazaron y al P. Zegr que alejaron. En este momento podramos reflexionar cmo atender esta necesidad, cmo estamos dando respuesta a esa llamada de los orgenes. VESTIR AL DESNUDO Dice Marko Rupnik, sj: El vestido tiene que ver con la identidad ms profunda de la persona. Tan es as que la desnudez es la prdida de esa identidad y expresa su cercana a la muerte. En ese sentido, la obra de misericordia no es tan literal quizs como las otras, pues es muy fcil dar a Critas la ropa que nos sobra. El sentido profundo de esta obra va mucho ms all. En ella est incluida la recuperacin de la dignidad de la persona. En Apocalipsis las vestiduras blancas, como en la transfiguracin, simbolizan la resurreccin, el gran premio a la misericordia. Simbolizan el traje de la gloria, la recuperacin del vestido perdido en el paraso, la recuperacin de la imagen y semejanza de Dios. Con el pecado quedan desnudos, pierden su dignidad. El carisma mercedario invita a regenerar, a redimir el pecado y recobrar la dignidad perdida. En lo concreto supone ayudar a la persona a que descubra la gran riqueza y potencialidad que hay dentro de s misma. En la comunidad, significa ayudar a la hermana a recuperar la autoestima perdida. Para vestir al desnudo, hemos de despojarnos de lo que nos sobra. El desnudo es aquel que no tiene lo suficiente para vivir, el que ha sido despojado de sus derechos, expulsado de su tierra. A Jess lo despojaron; se repartieron su tnica. Nadie le ofreci su vestido. Al hijo prdigo, sin embargo, le pusieron el mejor vestido, el traje de fiesta, como smbolo de que era nuevamente reconocido como dueo de la casa. No era un extrao. Al P. Zegr tambin lo despojaron hasta de sus restos mortales, el verdadero vestido utilizado aqu en la tierra; sin embargo, l visti a tantas personas de su dignidad perdida En la comunidad, me atrevo a decir que a veces desnudamos a la gente, la despreciamos, le quitamos su mejor vestido. Sin embargo, el carisma mercedario otorga dignidad y no puede realizar lo contrario. En nuestras comunidades no podemos vulnerar algo tan digno como la identidad de la persona, revistindola de los trajes que nosotras mismas cortamos. La persona en su totalidad no es lo que se manifiesta exteriormente, y sin embargo, nosotras etiquetamos. E incluso a veces vivimos engaadas por lo externo, que no siempre se corresponde con la realidad. Qu tipo de vestido hemos colocado a cada una de nuestras hermanas? Por otro lado, hemos de preguntarnos cmo es nuestro vestido. Estamos vestidas de materialidad. No nos falta de nada. Nos vamos rodeando de cosas que las convertimos en necesidades y las utilizamos para esconder nuestro interior, que ha podido quedar vaco a fuerza de vivir en la superficialidad. Para vestir a otros, hemos de estar nosotras bien equipadas; como dira San Pablo: revestidas con la armadura de Dios, que no slo nos otorgar dignidad, sino fortaleza en las adversidades, firmeza y seguridad La justicia y la verdad como cinturn (Isaas 11, 5) La rectitud como una coraza (59, 17); Noticias de paz para calzar los pies. Casco de la salvacin para cubrirse la cabeza Y finalmente, que tomaran la espada del Espritu", que es la Palabra de Dios. Si nuestro vestido son bienes espirituales, al compartirlos no los perdemos, sino que se multiplican. Por eso hemos de vivir desprendidas de lo material y ser nosotras las que regalemos nuestras posesiones, antes de que la vida nos despoje de ellas. Es el momento para reflexionar en qu medida es cierta la afirmacin de que a nuestras hermanas les quitamos su mejor vestido. De qu manera contribuyo yo y por qu? VISITAR AL ENFERMO Toda mercedaria visita el dolor, aunque no pertenezca al campo de la sanidad. Y lo visita cada vez que cura llagas, remedia males, calma pesares Cada mercedaria, en cualquier lugar del mundo, tiene la posibilidad de acercarse al dolor, a la miseria, a la limitacin y sanar, calmar, remediar. Visitar el dolor significa salir de nuestras comodidades y rutinas, como lo hizo Mara, para acercarnos a la realidad del otro. En esta obra de misericordia, salimos de nuestra casa para entrar en la casa del otro, en la vida del otro. Y no entramos para curiosear, sino para interesarnos por su situacin y prestar el servicio necesario. Mara no mir su propia realidad, su propia situacin, que tambin lo era de necesidad, sino que puso el foco de atencin en la necesidad ajena. A nosotros nos ocurre al revs: en muchas ocasiones estamos ms centradas en nuestras situaciones personales, y esto nos resta capacidad a la hora de descubrir la llaga de los dems. Nuestras propias dolencias no deberan dificultar la entrega, siempre y cuando no superen el grado de la normalidad. Jess dedic su vida a ensear y a sanar, y sus grandes milagros buscaban la sanacin y la salvacin. l mismo deca que no tenan necesidad de mdico los sanos, sino los enfermos. Para l, la mayor enfermedad era el pecado, pues era la causa de todos los males. Y slo l poda salvarnos del pecado. Pero de alguna forma nos pide tambin a nosotras que nos acerquemos a las diferentes situaciones de pecado para sanarlas. No slo estamos llamadas a curar llagas, sino tambin a calmar pesares y remediar males. El mal, cuando domina al ser humano, es fuente de sufrimiento. Y nosotras somos llamadas a regalar felicidad. Para ello debemos ayudar a superar el mal, all donde est oprimiendo al ser humano. Es la mayor enfermedad y la mayor esclavitud. En eso radica el misterio de la Encarnacin, en que Dios ha visitado y redimido a su pueblo. Ha llevado a cabo los dos trminos de esta obra de misericordia: visitar y sanar. l sale del seno de la Trinidad para adentrarse en la naturaleza humana. Es el mayor xodo realizado en la historia y la ms grande manifestacin de misericordia que brota del corazn de Dios. No slo visita al enfermo, sino que asume en s mismo la debilidad del enfermo. De esta forma nos redime, cargando sobre s mismo la culpa de la humanidad. Y a nosotras, mercedarias, que somos llamadas a vivir un carisma redentor, esta obra de misericordia debera golpearnos de una manera especial, ya que nos impele a asumir como Jess la culpa o la enfermedad ajena. Era lo que hacan los primeros mercedarios: rescatar ofrecindose ellos mismos para expiar la culpa. Qu supone esto en nuestra vida diaria? Significa tomar conciencia de la enfermedad o situacin del otro, dejarnos afectar por ella, integrarla en nuestra vida como un compromiso que nos mueve a actuar. A partir de aqu, nuestra vida ya no es la misma; algo la ha cambiado. La sensibilidad ante el dolor ajeno y el compromiso efectivo manifiestan que algo diferente ha modificado nuestro proyecto de vida. SOCORRER A LOS PRESOS Podramos decir que es la obra de misericordia ms mercedaria de todas, pues en ella se simboliza lo ms genuino del carisma: la liberacin del ser humano de todas las esclavitudes que le impiden ser feliz, y sobre todo la obra de la redencin efectuada por Jess en bien de toda la humanidad. Sin embargo, resulta paradjico descubrir que Jess, el hombre ms libre de la historia, fue hecho prisionero y fue sometido a la condena ms abominable que entonces exista. Y resulta paradjico porque precisamente nos va a liberar a travs de su propia condena. l no se aprovech de su condicin de Hijo, por la cual nos podra haber redimido sin necesidad de someterse l mismo a la vergenza y la ignominia de la cruz. Por l no pagaron ninguna fianza; ms bien al contrario, fue l quien pag el rescate para que todos los dems furamos salvos. Y a pesar de todo, no reivindic por esta causa injusta. El primer preso que fue liberado con la entrega de Jess fue Barrabs: soltaron al preso equivocado. En este dato se manifiesta que ninguno de nosotros es digno de la salvacin otorgada por Jess, pues todos somos pecadores, al igual que Barrabs. Pero Jess igualmente se entrega. l hace el bien sin mirar a quin, e incluso justifica a sus verdugos: Perdnales, Seor, porque no saben lo que hacen. No nos redimen nuestros mritos. Es el amor y la misericordia de Dios la gran fuerza que redime, y el perdn es su mejor manifestacin. Todos somos prisioneros del mal y del egosmo. Todos necesitamos ser liberados de alguna esclavitud o dependencia. Unos a otros podemos ayudarnos en nuestro personal y comunitario proceso de liberacin. Y normalmente conocemos de qu pie cojea cada una, pero nos instalamos y no nos ayudamos. Es ms cmodo seguir como estamos, sin mover nuestra vida, sin dejarnos interpelar por el mundo exterior con sus llagas y dolores. No somos mejores porque estemos ya institucionalizadas; a veces esto mismo nos encierra en un fro caparazn que impide dejarse golpear e impactar. Existen muchas situaciones que aprisionan al ser humano: mujeres maltratadas, prostituidas, drogadictos Existen tambin esclavitudes y dependencias encuadradas dentro de la normalidad, y de las que hay que tomar conciencia para poder superar. Todos hemos de entrar en un proceso de regeneracin que nos conduzca hacia la ms alta dignidad. En esto consista la misin fundamental realizada por el Padre Zegr en la casa de arrepentidas: liberar de las esclavitudes a las que les someti la sociedad e ir integrando su vida en el proceso de la redencin. En nuestra misin diaria, sea cual sea nuestra obra apostlica, podemos aprender del Padre Zegr a regalar mbitos de libertad a las personas con las que nos relacionamos: Espacios de libertad fsica, ofrecindoles un hogar. Social: propiciar relaciones cordiales, armnicas... Psicolgica: horizonte limpio y pacificador, esperanza de un mundo mejor, infundir deseos de vivir... Espiritual: encontrarse con Dios, a travs de nuestros gestos. Entrar en el misterio de la redencin: descubriendo el infierno de cada persona, para redimirlas, en colaboracin con Cristo. Tambin el P. Zegr fue acusado injustamente. l, que tanto trabaj por la justicia, fue sometido a la injusticia. De esta forma encarn en su propia vida el carisma mercedario que l mismo profundiz y transmiti a la Congregacin. Su mejor legado fue el testimonio de su vida, que se convirti en rescate para aquellos que necesitan ser liberados. l lleg a convertirse en el pobre entre los pobres y se sinti necesitado, al igual que todos aquellos a quienes iba dirigida su obra. La Historia de la Congregacin ha escrito pginas extraordinarias a favor de los presos de la sociedad: En lo que al apostolado en las crceles se refiere, recordemos que stas se multiplicaron en aquel momento de nuestra historia. Era debido a que los reclusos que llenaban las crceles de Espaa se encontraban all por motivos polticos, resultado del enfrentamiento ideolgico surgido en aquel perodo de la guerra civil del 36. Y, aunque no faltaban tampoco los delincuentes comunes, los primeros aumentaban considerablemente las estadsticas en el mbito penitenciario. Los presos estaban habituados a encontrarse de cara con una disciplina frrea e intransigente. La sociedad siempre ha considerado a estas personas como seres despreciables, indignos de cualquier acto de comprensin y, adems, incapaces de restaurar su propia vida. Sin embargo, la presencia de las hermanas en las prisiones sorprendi favorablemente el viejo concepto que de las crceles se tena, y los reclusos encontraban a menudo entre aquellas paredes un hogar, ms que un presidio. Gracias a la labor mercedaria, que alcanz cotas altas de entrega en el servicio, encontraban calor y vida en aquellos lugares perdidos en la oscuridad del rechazo y el desaliento de la culpa. Nuestras hermanas supieron acercarse al dolor humano en su ms profunda herida, y llenaron de paz el corazn de quienes necesitaban experimentar el amor de manera gratuita. ENTERRAR A LOS MUERTOS Puede resultar difcil entender esta obra de misericordia, ya que el hecho en s, entendido de forma literal, es algo que hay que realizar irremediablemente. Es uno de los ritos que pertenece a la rutina de la vida. Y sin embargo, a veces resulta bastante costoso a las familias humildes y pobres. Es el caso de una mujer marroqu que se vio en la necesidad de traer a su hijo de cuatro meses a Espaa; necesitaba urgentemente ser operado. He aqu el mensaje que envi mi hermana, que trabaja como enfermera en la UCI de Pediatra de Granada: Un nio de meses muy grave nos lo trasladaron desde Melilla para que lo operaran a vida o muerte (y no es ninguna exageracin). El domingo (27 de marzo), el pobre nio muri, y la cuestin es que no era espaol, era de Marruecos. Su madre, que ha estado en el hospital todo el tiempo, sin salir de l en ningn momento y totalmente sola, sin familia ni nadie conocido, es muy humilde, no tiene medios econmicos para pagar la repatriacin del cadver. En fin, este mensaje es por si queris-podis, aportar algo de dinero para ello. En la UCI estamos recogiendo, y tengo entendido que tambin en La Mezquita. Hay que recaudar 3.000 , que es lo que vale. Cada uno lo que pueda, y si recaudis entre vuestros conocidos, sera genial tambin. Lo ms significativo del caso es que el viernes (1 de abril) me pongo en contacto con ella para decirle que un cnsul marroqu est dispuesto a solucionarlo y procurar que toda la gestin resulte gratis. Llegu tarde, ya haban aportado el dinero, y la madre, con el cadver de su hijo, se encontraban ya en Marruecos. Haban sido ayudados por personal de la UCI y gente sencilla del pueblo marroqu. Incluso la funeraria descont 4.000 , que se habran sumado a los 2.500 que realmente hubo que pagar. Es increble con qu rapidez actuaron! Aqu se ve con claridad que el hecho de enterrar a los muertos no es tan fcil ni siquiera asequible a todo el mundo. Y tambin se puede apreciar cmo se volc la gente ante esta necesidad. Ms all de estas realidades cotidianas a las que hay que atender de manera inminente, podemos descubrir en este acto un profundo contenido que trasciende la materialidad del mismo. Una de las grandes verdades que se contiene en su trasfondo es el dato de que nuestro cuerpo no es un envoltorio sin ms, sino que es templo del Espritu Santo, y como tal hemos de tratarlo hasta el final. Esta realidad debera cambiar la vida de tantas personas que se relacionan con su propio cuerpo o con el de los dems de forma superficial. Nuestra corporeidad es sagrada, pues es la morada donde habitamos a lo largo de nuestra vida. En esa morada tambin habita Dios y no podemos denigrarla ni rebajar su valor. Esto nos hace pensar en tantas situaciones de maltrato o falta de respeto al cuerpo: hedonismo, adicciones o pasiones que esclavizan, asesinatos Por otro lado, tambin podemos encontrar la otra cara de la moneda: el culto al cuerpo. Es otro exceso que hay que evitar, y de alguna forma tambin hay que enterrar esa concepcin del cuerpo. No podemos olvidar que nosotras, por carisma, debemos adoptar una relacin con el cuerpo teniendo en cuenta la dignidad de la persona, que debe ser respetada en toda su integridad. Tambin hay que enterrar en nuestra vida todo aquello que debe morir: la corruptibilidad, el pecado, la esclavitud Es una forma de enterrar la misma muerte. Es corruptible todo lo que no produce vida, sino que nos aboca al vaco y al sinsentido; todo lo que resulta superficial e incluso perjudicial para nuestra vida. Cada una de nosotras sabe poner nombre a tantas cosas y situaciones que nos van alejando de la profundidad y de la trascendencia, y nos sumergen en la materialidad y en una rutina estril, por ej.: a veces acaparamos cosas, personas, situaciones, lugares, honores para sentirnos importantes y creer que as estamos alargando nuestra vida. Sin embargo es al contrario: nada de eso aporta vida, sino que la vuelve infructuosa y la vaca de sentido. El cuerpo de Jess fue enterrado para regalar vida. De hecho a los tres das resucit, como signo de que la tierra envuelve lo material, pero la existencia de la persona est llamada a la eternidad. Jos de Arimatea ofreci una sepultura para Jess, y Nicodemo le ayud a sepultar el cuerpo. Ambos realizaron un gesto de adoracin al cuerpo del Seor. A pesar de ser Hijo de Dios, Jess tambin se somete al ltimo sacrificio al que todos estamos destinados. Se somete a las tinieblas de la muerte y aguarda los tres das que simbolizan la totalidad. En efecto, el nmero tres en la Biblia significa totalidad referente al tiempo, es decir, siempre. De esta forma, los tres das de Jess en el sepulcro hacen referencia a la muerte de toda persona. El cuerpo de Jess ha vivido para la entrega y la donacin, y la mejor forma de manifestar su misericordia tambin en su muerte, fue quedarse en la Eucarista, a travs de la cual nos sigue alimentando y dando vida. Esta obra de misericordia tambin nos habla de resurreccin. Y desde el carisma somos llamadas a regalar vida, y vida plena, vida en abundancia, como Jess. El carcter redentor del carisma mercedario nos invita a apostar por la defensa de la vida, y procuramos tener claro todo aquello que se refiere a la biotica, sin dejarnos llevar por modas o esnobismos. As pues, no podemos estar a favor del aborto, la eutanasia, la pena de muerte, y tampoco podemos defender posturas polticas que favorezcan la guerra, el terrorismo ni ninguna manifestacin contraria a la vida. La vida es uno de los valores que est por encima de los dems, aunque bien es cierto que a veces la vida se sacrifica por fe o por amor, como han demostrado los mrtires. Ellos, como Jess, perdieron la vida terrenal, y ganaron la vida eterna. Es el mejor testimonio de la resurreccin. Tal es el caso de Sor Isabel Lete, que ofreci su vida para acelerar el encuentro con el Seor. Realmente somos llamados a la eternidad: Venid, benditos de mi Padre, y ese es nuestro verdadero destino, tambin por eso tiene mucho sentido el ejercicio de esta obra de misericordia, que todos la necesitaremos al final de nuestro peregrinar en esta tierra. Tengamos en cuenta que al final de la vida lo nico que quedar ser el fruto de nuestra misericordia. ENSEAR AL QUE NO SABE Con esta obra de misericordia siempre pensamos en la labor educativa desarrollada por la Iglesia y, en este caso, por la Congregacin. Y es cierto que debe ser tenida en cuenta, pero va mucho ms all. No se est refiriendo al mbito acadmico de los colegios, sino a toda la labor pastoral desempeada por las hermanas en cualquier lugar y rincn donde est presente la Congregacin. Esta misin se basa en la evangelizacin de la cultura y la sociedad, y principalmente la evangelizacin de los corazones. Es posible que en esta labor evangelizadora, no siempre consigamos que la persona se adhiera a una religin, pero s a la asimilacin de los valores y el deseo de llevarlos a la vida y a la sociedad donde se mueve. El Papa Francisco habla as a Eugenio Scalfari, director del diario La Repblica, hablando de la fe frente a la razn: A lo largo de los siglos de la modernidad, se ha asistido auna paradoja: la fe cristiana, cuya novedad e incidencia en la vida del hombre desde los orgenes se han expresado justamente a travs del smbolo de la luz, a menudo ha sido etiquetada como la oscuridad de la supersticin que se opone a la luz de la razn. De este modo entre la Iglesia y la cultura de inspiracin cristiana, por una parte, y la cultura moderna de matriz iluminista, por la otra, se ha dado la incomunicabilidad. Ahora es tiempo, y precisamente el Vaticano II ha inaugurado este ciclo, de iniciar un dilogo abierto y sin preconceptos que reabra las puertas para un serio y fecundo encuentro. Ms adelante aade: La verdad, segn la fe cristiana, es el amor de Dios hacia nosotros en Jesucristo. Por lo tanto, la verdad es una relacin! La verdad slo est en Dios, un Dios personal. Por tanto, la verdad no la posee nadie, y nadie es ms sabio que otro. La autntica sabidura consiste en dejarnos llevar por el Espritu y vivir buscando la verdad, como San Agustn. El da que aprendamos a vivir las relaciones, quizs ese da, hayamos encontrado algo de la verdad de Dios. Afirma tambin el Papa Francisco en La alegra del Evangelio: Cuando la predicacin es fiel al Evangelio, se manifiesta con claridad la centralidad de algunas verdades y queda claro que la predicacin moral cristiana no es una tica estoica, es ms que una ascesis El Evangelio invita ante todo a responder a Dios amante, que nos salva, reconocindolo en los dems y saliendo de nosotros mismos para buscar el bien de todos. Conocer la verdad del Evangelio debe movilizar nuestra vida y transformarla en respuesta. Esa es la autntica formacin, la que genera conductas y no se queda slo en la pasividad del intelecto. La fisura entre la verdad propuesta por la razn y la verdad propuesta por la fe se encuentra en la afirmacin anterior del Papa: para el cristianismo, la verdad no se basa en conceptos, sino en una relacin, y por tanto, posibilita la capacidad de transformacin en el ser humano y en el seno de la sociedad. Segn el Papa, el tipo de conductas que debe generar en nosotros la verdad del Evangelio consiste principalmente en reconocer a Dios en los dems, y buscar el bien de todos, superando el egosmo. En lo referente al carisma, esta obra de misericordia ayuda a la persona a descubrir la verdad de s mismo, de la vida y de Dios. Y nosotras estamos ah para impulsar y animar en ese proceso de descubrimiento. As pues, ayudamos a la persona a que se descubra a s misma a travs del acompaamiento; le ayudamos a descubrir la vida por medio de la ciencia y de nuestra experiencia, y le ayudamos a descubrir a Dios a travs del proceso catequtico y de fe. Finalmente, son ellos los que descubren, pero nosotras les hemos abierto el camino y se lo hemos facilitado. En este sentido, hemos de plantearnos qu tipo de actitudes les enseamos: si somos personas justas, estaremos transmitiendo la pasin por la justicia y la solidaridad; si somos personas honestas, estaremos transmitiendo el deseo de vivir con honestidad y honradez Y al contrario: si nos movemos en la crtica y en el juicio de los dems, estaremos transmitiendo negatividad y pesimismo; si escurrimos el bulto, si vivimos egostamente, estaremos ofreciendo el lado ms oscuro de nuestra experiencia. En definitiva, he de plantearme si estoy enseando carisma con mi vida o slo con mis palabras. Si es esto ltimo, resulta contraproducente. Tambin el P. Zegr hablaba de engendrar la verdad en la tierra, en su famosa frase: La caridad que es Dios, no ha pasado. Su influencia no concluir mientras haya regiones lejanas que evangelizar, sudores que verter y sangre que derramar, para fecundar las almas y engendrar la verdad en la tierra(La Congregacin). Y es que lo importante no es el conocimiento, sino la verdad que se transmite, y que nace de la caridad. La verdad no es una sabidura intelectual; aqu el P. Zegr la concibe como lo ms autntico que existe, lo ms absoluto, el ser de las cosas. Nuestra Congregacin ha respondido a este deseo del P. Zegr? Qu ha enseado nuestra Congregacin? La gran verdad del carisma no se puede transmitir a travs de conceptos, aunque estos formen parte de la teologa del carisma. Para referirnos al carisma hemos de referirnos, no tanto a palabras como a formas de actuar y a vivencias; es un compromiso de vida basado en la caridad y manifestado en acciones como evangelizar, esforzarse por los dems, entregar lo mejor de cada una en bien de la humanidad. DAR CONSEJO AL QUE LO NECESITA Es la obra de misericordia que hoy en da podramos denominar tambin acompaamiento. No se trata slo de proporcionar un consejo o una orientacin de carcter puntual, lo cual no exige un compromiso duradero. El acompaamiento es un proceso de regeneracin de la persona, muy en consonancia con nuestro carisma, que se encuentra en la misma entraa de nuestra misin y de nuestra labor diaria. En efecto, las personas con las que nos relacionamos da a da, bien sean los destinatarios directos de nuestra misin o bien los laicos que trabajan con nosotras, estn recibiendo el fruto de nuestra vida entregada y de nuestra coherencia de vida, si la hay. Y al contrario, tambin reciben aquellos gestos y actitudes que denotan una falta de entrega o una inconsistencia vocacional de nuestra parte. As pues, el testimonio de nuestra vida va calando en las personas y les va transmitiendo un mensaje, muchas veces sin palabras, que constituye un verdadero acompaamiento. En algunos casos existen incongruencias entre lo que hablamos y lo que vivimos. Lgicamente, los dems perciben el trasfondo real de nuestras actitudes y saben cundo se trata de una consecuencia lgica de nuestra limitacin o cundo la persona est llevando una doble vida. El mundo necesita referentes que ayuden a salir de la crisis por la que est pasando el gnero humano. Hoy en da, en nuestra sociedad, las figuras que podran actuar de guas se han corrompido. Dnde buscar el verdadero modelo que sirva de faro a un mundo perdido y desorientado? Nosotras estamos convencidas de que lo encontramos en Jess y en las personas que han seguido un camino de santidad. Pero tambin en aquellos que viven con integridad y son coherentes a su propio proyecto y al proyecto comn que posibilita un mundo ms habitable y ms justo. Nuestra insercin en el mundo, como personas consagradas, ha de ser un interrogante entre los hombres y mujeres, de forma que nuestro testimonio y nuestra vida coherente les muevan a buscar la verdad, a amar a Dios y a practicar la justicia en la caridad (Const. 13) Los votos pblicos, expresin de nuestra consagracin, por medio de los cuales asumimos los consejos evanglicos, son testimonio evangelizador de nuestra vida y clara manifestacin de los valores anunciados en las bienaventuranzas (Const. 14). La comunidad religiosa, expresin de la fraternidad evanglica, constituye una dimensin esencial de la pastoral vocacional. De ah su responsabilidad de ser signo y testimonio para un despertar de nuevas vocaciones. Por tanto, abriremos nuestras comunidades a los jvenes para compartir momentos de relacin humana y de fe con ellos. Fomentaremos una cultura vocacional que, adems de reevangelizar la misma cultura, ofrezca a la vida cristiana laical signos del seguimiento de Jess en radicalidad (Const. 91). Buscar el crecimiento de la persona es una de las finalidades de nuestro carisma, sobre todo en aquellos casos en que la persona se encuentra en un perodo inicial de maduracin. Orientar a quien lo necesita es indispensable para fomentar el bien comn y una sociedad en valores. Es necesario formar conciencias rectas. En este sentido, la formacin nos ayuda a ir configurando en nosotras un bagaje interior slido y fundamentado en la tica del Evangelio. La formacin que recibimos no persigue tanto que adquiramos conocimientos y contenidos intelectuales, como que nosotras mismas nos formemos una conciencia recta y adecuada para un mejor discernimiento. De esta manera, sabremos aportar los instrumentos necesarios en el acompaamiento y en la orientacin. Una buena forma de aconsejar es plantear interrogantes para que la persona no se acostumbre a que se lo den todo hecho. No se trata de decir lo que tiene que hacer, sino facilitarle las herramientas para que puedan tomar decisiones por s mismos. Nuestro carisma de liberacin quiere formar personas libres, autnomas, con criterios propios e ideas claras. Qu tipo de mensajes transmitimos: deseamos personas perfectas o personas que aprendan a forjar su propio camino, aunque se equivoquen? En todas las obras de misericordia no podemos olvidar que los cnones de la verdad no estn en nosotros, sino en Jess y en el Evangelio. Es el verdadero patrn que puede orientar la vida de toda persona. Lo que no coincida con esto tendr un gran margen de error. Y no podemos olvidar que debemos transmitir un mensaje alternativo al que ofrece la sociedad. As pues, frente a los valores materialistas presentados en los mltiples spots publicitarios, nosotras deberamos transmitir otra cosa, un estilo de vida ms en consonancia con los valores trascendentales y trascendentes. El mejor consejero fue Jess. El Evangelio no est sometido a modas ni costumbres. Ah es donde se puede encontrar la verdad ms autntica. Y si profundizamos en dicho mensaje, comprobaremos que no son grandes filosofas lo que ah se contiene, sino el modelo de persona que podra cambiar el mundo. Es un mensaje sencillo, sin grandes complicaciones, pero que llama al compromiso por la vida y por el ser humano. El Evangelio orienta en varios aspectos: la dimensin trascendente (vosotros orad as), las adversidades (que coja su cruz), dnde est la verdadera felicidad (Bienaventurados) CORREGIR AL QUE YERRA Es sinnimo de correccin fraterna, y normalmente no la asociamos a la misericordia, sino ms bien a la exigencia, intolerancia, rigidez y dureza. La experiencia nos dice que en pocas ocasiones practicamos la correccin con el calificativo de fraterna, pues cuando intentamos corregir al otro lo hacemos desde la prepotencia y la superioridad. Inconscientemente, la mayora de las veces, aprovechamos la coyuntura para echar en cara al otro sus faltas y quedar yo por encima. De alguna manera le estamos diciendo: Ves? T tampoco eres perfecto. Por otro lado, en muchas ocasiones lo pensamos y no somos capaces de decirle aquello que estamos viendo. En nuestras comunidades esto es sntoma de falta de confianza, o lo que es peor, es sntoma de indiferencia o pasotismo ante la actitud del hermano. Es curioso constatar que estamos utilizando la expresin correccin fraterna para todo lo contrario de lo que significa, pues intentamos cambiar al otro segn nuestros propios criterios, y no segn la verdad objetiva de la realidad. Le exigimos que acte de una manera determinada, porque creemos que en nosotros reside la verdad y pretendemos que todo el mundo entre por nuestros cnones. Estamos muy equivocadas: ninguna de nosotras posee la verdad absoluta, y tendremos que aprender a descubrir la verdad del otro. Para practicar la correccin como obra de misericordia, lo ms importante es hacerlo por amor, porque me duele el error del hermano, y me duele por l, no por m. Me duele que su imagen se malogre y que los dems piensen mal de l. Esta actitud es totalmente contraria a la anterior, pues es sntoma de un amor desinteresado, en el que busco su bien y no me dejo llevar del egosmo. El fundamento de la correccin fraterna es, no slo la caridad, sino la humildad. Si la persona que corrige no lo hace desde esta actitud, no estamos hablando de fraternidad ni de misericordia. Antes de acercarnos al hermano para recriminar, hemos de realizar dos movimientos de entrada: uno en nuestro interior, otro en el del hermano. En primer lugar entro en mi interior para descubrir mis propios fallos, para reconocer mis lmites y tomar conciencia de mi propia pequeez, de mis errores y pecados. No soy perfecta y, por tanto, cualquiera puede achacarme tambin a m mis actuaciones o actitudes. Nadie es juez de nadie, ni yo del otro ni el otro de m. En segundo lugar, entro en el interior de la persona para aprender a ponerme en su lugar. Es el gesto de la misericordia y es la nica forma de comprender su forma de actuar, las motivaciones o las circunstancias que le llevan hasta ah. Desde el punto de vista del carisma, la finalidad es liberar, ayudar a la persona en su proceso de regeneracin. Todos tenemos impedimentos que dificultan nuestro propio crecimiento y el de los dems: El dilogo es un arte de comunicacin humano-espiritual. Es una marcha en compaa hacia la verdad, intercomunicacin en donde se da, se busca y se recibe. En l se descubren cun diversas son las vas que llevan a la luz de la fe y cmo es posible hacerlas converger hacia el mismo fin (Const. 41) PERDONAR LAS OFENSAS El perdn es una de las actitudes fundamentales del cristiano. Yo dira que es mucho ms que un gesto puntual; es ms bien un compromiso de vida. Y es que no es fcil perdonar, porque hasta llegar al perdn real hemos de superar muchas barreras y hemos de entrar muy dentro de nosotras mismas, para encontrarnos con esa parte de m que se ha sentido dolida. Si me veo en la coyuntura de tener que perdonar, es porque me he sentido ofendida. El resentimiento no es una actitud objetiva; contiene una fuerte carga de sentimientos y emociones. De tal manera que condiciona a la hora de actuar y relacionarnos. Hemos de reconocer que en el fondo del resentimiento, cuando lo alimentamos, subyacen los deseos de venganza, y de esa forma estamos albergando en nosotras actitudes y conductas contrarias a la comunin. De alguna manera estamos dividiendo la comunidad o el grupo en el que nos movemos. Pero el resentimiento es daino, no slo para la comunidad, sino principalmente para la persona que lo padece. Si bien es verdad que quien se siente ofendido lo justifica porque considera ms negativa la ofensa, todas sabemos que el resentimiento puede llegar a tener carcter de durabilidad, es decir, puede llegar a enquistarse, y eso aumenta la gravedad del resentimiento. El problema de fondo es la propia imagen y el orgullo vulnerado. Lo ms negativo del orgullo es cuando se convierte en soberbia. Es lo contrario a la misericordia y a la humildad. La soberbia pretende colocarme por encima de los dems, y quiere imponer su verdad ms all de todas. Cuando la ofensa recibida se encuentra con la soberbia, puede provocar cambios drsticos, como la prdida de la confianza, no slo en quien me ha ofendido, sino en las personas en general. De alguna manera pretendemos protegernos y evitar que nos vuelvan a hacer dao, y no nos damos cuenta de que el dao nos lo estamos propinando nosotras mismas. El fruto del orgullo no puede ser la soberbia, sino el reconocimiento de las cosas nobles que hacemos y que vamos consiguiendo. La actitud del perdn est muy relacionada con el carisma, ya que nace de la caridad y entronca con el respeto y la dignidad de la persona. Por otro lado, cuando perdonamos, nos liberamos y liberamos. El perdn es fuente de paz, pues arranca de nosotros todas esas actitudes perniciosas que brotan del resentimiento y que nos provocan sentimientos y emociones negativas. De igual manera liberamos a la persona de culpas y, adems, le estamos dando un testimonio de cmo hay que actuar. El perdn real debe ser un compromiso de vida, no algo que surge dependiendo de la persona que me haya ofendido. El perdn verdadero podra ser un eje vertebral para mi proyecto de vida, pues de l se derivan muchas otras actitudes positivas que cambiaran mi visin de las personas y del mundo. Por ejemplo, mi forma de mirar a los dems, de relacionarme con ellos, mi actitud general ante la vida y ante Dios. Es decir, desde el perdn puedo llegar a sentirme salvado y redimido, y como consecuencia, con el deseo profundo de que los dems tambin puedan participar de este regalo. El perdn, vivido as, slo podemos pedirlo en la oracin, pues no es fruto exclusivo de nuestro esfuerzo ni de la influencia de los dems. Hemos de aprender a mirar a Cristo en la cruz, donde realmente encontramos la fuente del perdn. En efecto, en el meollo del misterio pascual, encontramos a Jesucristo como el maestro del perdn. Y nuestro P. Zegr tambin destac por su misericordia y su perdn. Puede ser comprensible ponerse en el lugar del hermano o en el lugar del necesitado, y padecer con ellos; pero ponerse en el lugar del que nos hace dao y tratar de comprender, no es asimilable para la razn y la lgica humana. Sin embargo, Jess y los grandes santos, como nuestro P. Zegr, perdonaron a los enemigos y se pusieron en el lugar de quienes le calumniaban o incluso le llevaban a la muerte. Es el grado mximo de la misericordia. Y es significativo encontrar en las primeras Constituciones una clusula que reza lo siguiente: Si hubiese quien persiguiera injustamente [a la religiosa] la mirase con mala voluntad; aun es ms, quien la calumnie y la maldiga, lejos de irritarse y desear mal a sus calumniadores, alabar y bendecir a Dios que de tal modo la prueba (Const. I n. 37). Pareca que el P. Zegr sospechaba lo que le iba a suceder y el tipo de respuesta que l iba a ofrecer. Si tus entraas se compadecen, si tus manos se abren, si en tu desaliento te levantas, si vuelves a confiar en el otro, si tu mirada se ampla, entonces resucitas como Jess, como toda vida buena, como la semilla y la hoja en primavera. Jos Arregui Nada est perdido si se tiene el valor de proclamar que todo est perdido y hay que empezar de nuevo." Julio Cortzar CONSOLAR AL TRISTE Con esta obra de misericordia nos encontramos ante el misterio del dolor, misterio profundamente humano que ha sido asumido por Dios, a pesar de la incompatibilidad con su naturaleza. Es precisamente en el sufrimiento en lo que Dios, con ms claridad, se ha encarnado. Esta actitud no la asumen los lderes humanos, que ms bien buscan su propio bienestar, aun a costa del sufrimiento de los dems. Aunque no podemos entrar de manera plena en el mundo interior de las personas, como ellos tampoco pueden entrar en el nuestro, sin embargo, con esta obra de misericordia se nos invita a la compasin, a ponernos en su lugar, a escuchar el clamor, como Dios escuch el clamor de su pueblo y decidi bajar a liberarlo (Ex 3). San Pablo a su vez nos induce a entrar en el corazn de Cristo y tener sus mismos sentimientos (Flp 3). Se nos llama a no quedarnos impasibles frente al misterio del sufrimiento. El dolor ajeno tiene que tocarnos por dentro y convertirnos en personas sensibles. Aunque nunca lleguemos a imaginar lo que sufre cada persona, el misterio del dolor no puede dejarnos igual. Debera ser un camino de conversin personal que nos arrancara de nuestros privilegios y seguridades. Al P. Zegr el sufrimiento le cambi. A tantas personas el sufrimiento les cambia Y es que hay que saber escuchar y prestar atencin cuando se acerca el momento de la poda. A nosotras tambin debera cambiarnos el sufrimiento, pero no slo el nuestro, sino sobre todo el sufrimiento del mundo. El carisma mercedario otorga una sensibilidad especial al sufrimiento del mundo. Cuando la causa de la tristeza se basa en motivos personales, hemos de acudir al discernimiento para ver si se trata de un sufrimiento que nace de un apego. Y cuando la causa de la tristeza se fundamenta en el dolor del mundo, nos estamos dejando impactar por l, y esta es la mejor forma de calmar pesares: que el otro nos sienta con l en su dolor. Por otro lado, el misterio del dolor purifica. Nos hace tocar la llaga de nuestra vulnerabilidad y puede sanar nuestro pecado. El dolor es una herida que, paradjicamente, nos sana del pecado. Nos sana del orgullo. Y el dolor de Jess es la gran llaga abierta en la historia, que algn da sanar. En efecto, su resurreccin es la promesa de una vida mejor, en la que ya no existir el mal ni el sufrimiento. La resurreccin es el gran consuelo para nuestra vida mediocre o falta de sentido. Es el consuelo para los que gimiendo en la orfandad, beben el cliz de la amargura y se alimentan con el pan de la tribulacin (P. Zegr, Sermn en la toma de posesin de la parroquia de Hutor Santilln). Jess dice a Mara Magdalena: Por qu lloras? Le da una palabra de aliento y abre sus ojos a la vida nueva. No hay motivos para perder la esperanza o perder el sentido. Por muy mal que marchen las cosas, siempre hay razones para seguir confiando. La mercedaria est en medio del sufrimiento humano, ayudando a asumir los momentos ms difciles del misterio pascual y ofreciendo un horizonte pascual: La Congregacin, a travs de la historia, y fiel al carisma, persevera en su testimonio de amor hacia la humanidad sufriente, con una disponibilidad sin reservas, manifestando su misin redentora (Const. 81). Somos conscientes de que el sufrimiento y el dolor, as como el sentido de la muerte, tienen valor humanizante y redentor cuando lo integramos en nuestra vida. (Const. 7) SOPORTAR CON PACIENCIA LOS DEFECTOS AJENOS Soportar al otro es otra forma de vivir el amor y la misericordia: conociendo los lmites de los dems y sabiendo hasta dnde puedo llegar en el mbito de la correccin fraterna, que ya hemos visto anteriormente, el siguiente paso sera esforzarme por aceptar y sobrellevar sus flaquezas y sus limitaciones. Aquella obra de misericordia nos hablaba de los fallos cometidos por el otro y que son ms o menos subsanables. Sin embargo, esta otra no pretende cambiar nada del prjimo, ya que est referida a los aspectos que pertenecen a su forma de ser y que forman parte de su fragilidad. Normalmente, aquello que en el otro debo soportar genera en m un rechazo, y me impulsa a ser intolerante y a exigir el cambio en esa persona. Pero toda persona tiene derecho a su individualidad y a su forma de manifestarla. El respeto nos recuerda que para una convivencia pacfica, es necesario aguantar. No es indiferencia ni pasotismo, sino un aguante activo. En este caso, no se trata de actuar, sino de soportar, sobrellevar con amor, con paciencia, con esperanza En ese aguante tenemos un trabajo importante que realizar: aprender a amar a esa persona en su debilidad y en su limitacin, lo mismo que quiero que me amen a m. No solamente hay que mostrar respeto hacia esa persona. El aguante puede adoptar otra forma ms avanzada: la acogida. Consiste en integrar aquello que me molesta del otro, saber comprenderlo, de tal manera que l se sienta acogido, no slo aguantado. Es necesario que l entienda que le quiero como es; que a pesar de sus cosas, confo en l. Jess dijo a los discpulos: Qu necios y torpes sois!, y sin embargo, les confi el anuncio del Reino. Sus torpezas no eran impedimento para alcanzar grandes logros en la vida y en la historia. Nadie, por muy molesto que sea, es digno de ser rechazado. Sobrellevaos mutuamente con amor (Ef 4,2), dira San Pablo. Todos tenemos aspectos difciles a la hora de convivir y relacionarnos, por eso San Pablo matiza diciendo: sobrellevaos mutuamente. No es slo el otro quien puede resultar molesto en algunos aspectos; yo tambin presento mis dificultades a los dems: Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas y cumplid as la ley de Cristo (Gal 6,2). La persona ganar en autoestima en la medida en que se vea acogida y aceptada por la comunidad. La ayuda mutua genera un ambiente fraterno y positivo, y nos hace pensar que todos estamos en proceso de crecimiento y, por tanto, debemos comprometernos en la marcha de la comunidad. Para ello hay que comenzar por el reconocimiento positivo de las cualidades del otro, y no pararnos en sus defectos. Esto ltimo daa a la comunidad y a cada uno de sus miembros. Aceptacin personal de nuestras limitaciones y las de nuestras hermanas, teniendo en cuenta que Dios no ha elegido a los fuertes del mundo, sino a los dbiles, para que nuestra fe no se funde en la sabidura de los hombres, sino en el poder de Dios (Const. 22) En este momento podemos reflexionar si verdaderamente queremos cambiar a las personas, sobre todo aquellas que me caen mal. Las rechazamos por su forma de ser o hay algo en ellas donde proyecto mis propios fallos? ROGAR A DIOS POR LOS VIVOS Y DIFUNTOS En la oracin de intercesin tomamos conciencia de que esa persona est en el corazn de Dios. No sabemos con certeza si necesita que hablemos a Dios de l, pues Dios conoce mejor que nadie las necesidades del mundo y de los que ya lo han abandonado. Lo que s es cierto es que yo s necesito tomar conciencia de que la persona por la que estoy rogando se encuentra en el corazn de Dios, y de que todos estamos all. La oracin por los difuntos es una tradicin a la que ya se alude en el Antiguo Testamento, concretamente en el libro de los Macabeos, donde aparece con mucha claridad la fe en la resurreccin. Esta costumbre ha continuado en la Tradicin de la Iglesia, desde los primeros siglos del cristianismo. En las catacumbas aparecan frases esculpidas y oraciones sobre esta prctica. Los Santos Padres aluden a ella en mltiples ocasiones. San Juan Crisstomo (344-407) dice: No en vano los Apstoles introdujeron la conmemoracin de los difuntos en la celebracin de los sagrados misterios. Saban ellos que esas almas obtendran de esta fiesta gran provecho y gran utilidad (Homila a Filipo, n. 4). Actualmente sigue siendo una prctica cotidiana. Al respecto, encontramos la polmica entre catlicos y evanglicos referente al purgatorio, y el motivo sabemos que se basa en la sola fe en la Biblia por parte de ellos, sin tener en cuenta la Tradicin de la Iglesia. En el n. 61 de nuestras Constituciones aparece claramente este tipo de oracin: Ofreceremos por las hermanas difuntas, y por los familiares y bienhechores, los sufragios prescritos en el Derecho Propio, lo cual se encuentra corroborado y matizado en el Directorio. La oracin por los difuntos tiene un marcado carcter pascual, pues a travs de ella confesamos nuestra fe en la resurreccin y, al mismo tiempo, esta fe motiva nuestra esperanza. Aqu es donde encontramos la relacin con el carisma mercedario, no slo como compasin, sino tambin como proclamacin de la vida y la resurreccin, en la que culmina el misterio pascual. En cuanto a la oracin por los vivos, se pone a prueba mi fe, en primer lugar, y en segundo lugar, tambin es una manifestacin de un corazn compasivo y misericordioso que tiene en cuenta las necesidades de los dems. Benedicto XVI, antes de ser Papa, deca: El hombre no dialoga en solitario con Dios, el dilogo cristiano con Dios pasa precisamente a travs de los hombres (cf. Joseph Ratzinger, Escatologa). Mi fe en la oracin se fortalece en la medida en que los dems la necesitan. Esta es la finalidad de mi oracin: que repercuta en las necesidades de los dems. Su fundamento se encuentra en el Evangelio, en las mltiples intervenciones de Jess a favor de los dems. Tambin en el Antiguo Testamento encontramos a un Dios salvador que va acompaando y liberando a su pueblo de la opresin, pues ha escuchado el clamor de quienes le invocan. Por tanto, la imagen de Dios que subyace en esta prctica tan habitual es la de un Dios que escucha y un Dios que acta ante la necesidad humana. Nosotras, mercedarias, somos llamadas a proyectar esta imagen de Dios hacia aquellos que nos rodean. LA MISERICORDIA EN LA TEOLOGA DE NUESTRAS CONSTITUCIONES La misericordia es otra forma de llamar a la caridad, y se puede decir que el trmino nos la hace ms cercana, ms entraable, como su misma raz indica. La misericordia es un sentimiento que a veces es espontneo, porque nace de las entraas, y otras veces es deliberado, pertenece al mbito del deber. En la mayora de las ocasiones desemboca en compromiso. La caridad redentora, en el carisma mercedario, es el ncleo del mismo, e impregna toda nuestra vida. Por este motivo abarca muchsimo ms, aunque uno de sus elementos integrantes es la misericordia (Const. n. 3). Para vivir la caridad redentora, por tanto, es imprescindible vivirla desde la misericordia, pues es la que nos permite poner el corazn en los acontecimientos, situaciones, personas; en definitiva, por la misericordia volcamos nuestro corazn y nuestra vida en la miseria y en todas aquellas necesidades hacia las que apunta el carisma recibido del P. Zegr. De esta manera, podemos decir que la misericordia pertenece a la entraa de nuestro carisma, no es algo nuevo que ahora se aade, como una moda. As, cuando hablamos de caridad estamos hablando de misericordia, porque sin misericordia no hay caridad. Pero adems, el trmino aparece explcito en varios nmeros de nuestras Constituciones: n. 3, 4, 9, 10, 12, 55, 62, y de manera implcita lo vamos a ver a continuacin. La misericordia, como la caridad, pertenece a la identidad mercedaria, pues una hermana de la caridad sin caridad es un ser incomprensible; es un contrasentido; es un absurdo (Const. n. 8). Y la misericordia le da calor a la esencia del carisma. Es algo afectivo y efectivo, que moviliza a la persona hacia la necesidad del otro. A la hora de definir nuestra misin, se mencionan las obras de misericordia como concrecin de la prctica redentora: ejerciendo todas las obras de misericordia espirituales y corporales en la persona de los pobres. A continuacin se hace alusin a la humanidad pobre y necesitada (Const. n. 4). Es importante caer en la cuenta de que nuestra Congregacin tiene en cuenta, como protagonistas principales, a los pobres y necesitados. Si esto no fuera as, no tendra mucho sentido insistir en la caridad redentora y en la misericordia. Si ponemos el acento en esta, sin tener en cuenta a los destinatarios, nos quedaramos en nosotras mismas, pues le daramos ms importancia a nuestra accin que a las personas a las que va dirigida. Nuestra misin la realizamos en funcin de la humanidad necesitada y no simplemente para que nosotras alcancemos la santidad. De ah que cuando reflexionamos sobre la misericordia, hemos de preguntarnos quines son los pobres hacia los que orientamos nuestra actuacin. En este sentido, el trmino es amplio y abarca mltiples situaciones y personas. A veces pensamos que los pobres son slo los que se encuentran afectados por la escasez material, y sin embargo, las obras de misericordia nos hablan tambin de pobreza espiritual. Cada una de nosotras y cada una de nuestras comunidades sabe quines son los pobres hacia los que va dirigida su misin, y siempre hemos de estar en actitud de discernimiento para descubrir las nuevas y diferentes pobrezas. Pero es ms, en nuestras comunidades tambin hay necesidades, pues todas las personas somos vulnerables y, por tanto, susceptibles de precisar ayuda (Const. n. 8). Por otro lado, no olvidemos que la misin no se reduce al trabajo o al mbito profesional, ya que entonces todo acabara con la jubilacin, y el grupo de destinatarios tambin quedara ms reducido. Cuando el P. Zegr invita a curar todas las llagas, remediar todos los males (Const. n. 4) est utilizando paralelismos, a travs de los cuales quiere mencionar las distintas situaciones que se pueden dar en el mbito de la necesidad. Es la diversidad a la que aluden las obras de misericordia, tanto en su enumeracin explcita, como en la implcita; es decir, todas aquellas otras necesidades que se derivan o relacionan con las ya mencionadas. Cuando se habla de Mara de la Merced en el n. 10 de nuestras Constituciones, se afirma que Ella nos ensea a acercar a la humanidad al amor que l vino a revelar. Es un amor de misericordia el que Jess manifest. Y es un amor que se concreta en situaciones de sufrimiento, esclavitud, opresin, pecado, haciendo alusin de alguna forma a las distintas necesidades que Jess remedi, ej.: Lc 4,18-19. Y al mismo tiempo, se refiere a la persona en su totalidad, no slo en aspectos concretos de su vida, sino en todo aquello que necesita ser redimido y reconducido hacia su ms alta dignidad. Nuestra consagracin a Jesucristo Redentor la vivimos con el sello de la caridad, pues es el distintivo de nuestra Congregacin. Por este motivo, nos entregamos a Cristo y aprendemos de l sus gestos redentores, tratando de seguirle sobre todo en su entrega a Dios y a los dems. Esto nos lleva al compromiso de ser misericordia para los dems (Const. n. 12) y vivir los votos en funcin de la caridad (Const. n. 15). De esta manera, nuestra pobreza nunca ser una pobreza franciscana, sino mercedaria, lo cual significa que estar marcada por el signo redentor. Esto significa que renunciamos a la posesin exclusiva de los bienes materiales con la finalidad de compartir. Como dice el n. 14 de nuestras Constituciones, este voto nos debe llevar a un compromiso por la justicia y la defensa de los derechos humanos. Ese sera el motivo de nuestra pobreza: la solidaridad con los que no tienen. Es el momento para preguntarnos si la administracin de nuestros bienes est en funcin de los ms pobres. Por otro lado, la pobreza mercedaria nos pide la aceptacin de nuestras limitaciones y las de nuestras hermanas (Const. n. 22), y esto slo se puede hacer desde un corazn misericordioso. Todas sabemos la dificultad que tenemos a la hora de asumir los fallos de los dems. Solemos autoerigirnos en jueces de lo ajeno, y exigimos ms de lo debido. La misericordia mercedaria nos ayuda a mirar al otro desde el amor, tratando de comprender sus errores y debilidades. La castidad nos libera para amar a todas las personas como Cristo (Const. n. 17). Es el grado mximo de la misericordia, pues constituye la entrega de la propia vida por amor. Nuestra castidad es un acto de amor, no simplemente de renuncia. Es algo positivo, no negativo, porque supone una donacin libre, realizada con alegra. No es tanto un esfuerzo como un acto gratuito. La castidad mercedaria nos libera para que podamos nosotras tambin liberar. Nos arranca de los apegos; nos proporciona el equilibrio necesario para ser felices y para hacer felices a los dems. De esta manera, cuando nuestro corazn no est polarizado en nadie, es capaz de percibir las necesidades de los dems con ms agudeza; pues ser un corazn libre y universal. La obediencia tambin nos libera de nuestro egosmo. Es un dilogo en comunin, y como tal debe estar marcado por la misericordia. La obediencia nunca puede ser sumisin de una parte y autoritarismo de la otra, sino que debe basarse en una relacin entre iguales que llegan a un acuerdo por el discernimiento, el dilogo y la comunin. Esto exige a ambas partes saber ponerse en el lugar de la otra, y tener en cuenta los sentimientos y las motivaciones de cada una. Es un intercambio que busca el bien comn, lo cual supone ceder, en algunas ocasiones, teniendo en cuenta al otro ms que a uno mismo. En todo tipo de relaciones se trata de un dilogo misericordioso, que segn nuestras Constituciones, no puede disociarnos ni herir la caridad, y debe mantenernos unidas en el amor y la paz (Const. n. 41). La comunidad mercedaria tambin est cimentada en la caridad, y como consecuencia, en la misericordia, que es la que nos mueve afectiva y efectivamente. Cuando nuestro corazn est centrado en Dios y en el bien de los dems, sabe ponerse en el lugar del otro y vivir la compasin desde la fuerza de la pasin. Es algo que debera quemarnos por dentro si queremos vivir el carisma en toda su radicalidad. Padecer con va mucho ms all que el simple padecer, pues significa sentir en propia carne los sufrimientos de los dems. Quizs resulte fcil vivir esta actitud en el mbito de la misin, pero no tanto en la vida comunitaria. Solemos acostumbrarnos a las limitaciones de los dems, y parece que nos volvemos insensibles a la realidad de nuestras hermanas (Const. n. 38). Tendramos que preguntarnos hasta qu punto nos vivimos como hermanas. Uno de los puntos neurlgicos es la actitud del perdn, como fruto de la misericordia. Si realmente lo viviramos en comunidad y no dejramos que se enquistaran las heridas, sera una de las actitudes ms mercedarias, pues el perdn libera, sana y es fuente de alegra y paz. Ya lo deca el P. Zegr en su escrito La Congregacin religiosa de Hermanas de Ntra. Sra. de las Mercedes, refirindose a las hermanas: anide en su corazn la virtud; en su pecho, el amor; en sus labios, el perdn; y en su alma, la misericordia y la paz. Resulta curioso comprobar que en las Constituciones actuales solamente aparece una vez la palabra perdn y es refirindose al sacramento de la reconciliacin. Se puede descubrir de manera implcita cuando se hace alusin a la aceptacin de las limitaciones de nuestras hermanas, en el n. 22. Y en el Directorio aparece una sola vez la palabra perdn, en el n. 73, como medio de ascesis: pedir perdn, a quien se ha ofendido y a la comunidad, por las faltas que hayan herido la caridad fraterna. Dmosle a estas palabras toda la fuerza que en s contienen, aunque slo aparezcan una vez. Sabemos que el perdn es un distintivo del cristiano, y mucho ms de la mercedaria, que se une al misterio redentor de Cristo, por su consagracin bautismal y religiosa. De ah que el carisma mercedario reivindique el perdn como fruto pascual. En nuestras Constituciones encontramos tambin la importancia que tiene la oracin para el carisma mercedario. Y en este momento nos vamos a detener en aquellos aspectos en los que se ve claramente que la caridad y la misericordia nacen de una oracin autntica. Y es que la oracin mercedaria no es una oracin contemplativa sin ms, sino que la contemplacin para la mercedaria debe tener una proyeccin social. As pues, en nuestra oracin debemos mirar y contemplar la misericordia entregada. Ah nos encontramos, en primer lugar, con el Jess de los caminos, que estuvo atento a las necesidades de los dems y derram su misericordia de manera incondicional. Y por otro lado, encontramos su entrega que le llev hasta el extremo por amor. En este sentido, no se trata de una oracin intimista la nuestra, sino una oracin encarnada, una mstica redentora. Miramos la cruz de Jess y la cruz de nuestros hermanos, y en la cruz encontramos motivos suficientes para orar, ya que nos invita a ponernos en el lugar de nuestros hermanos y colocarlos en el corazn del Padre, como decamos antes, lugar en el que cada ser humano existe desde siempre. El sentido redentor del carisma nos ayuda a descubrir en el misterio pascual el valor humanizante del dolor (Const. 7), pues Dios lo mira con misericordia, y a nosotros nos sita en los lmites del ser humano. Y es que nuestra oracin debe producir frutos de caridad redentora y justicia, y si no, no es oracin (Const. 47). Ya en las primeras Constituciones lo deca el P. Zegr: en ella se aprende la verdadera caridad. Y en las Constituciones actuales se dice: Solidarias con el destino de la humanidad, presentaremos a Dios los acontecimientos del mundo, sus angustias y sus esperanzas (Const. 49). Es la oracin de intercesin de la que hemos hablado en las obras de misericordia. Por otro lado, la Eucarista nos compromete a traducir en gestos de amor el don recibido (Const. 54). Y el sacramento de la reconciliacin es fruto del amor misericordioso de Dios y de nuestra actitud de conversin (Const. 55). En lo referente a la misin, el nmero 62 de Constituciones es donde aparece de manera explcita el papel relevante de las obras de misericordia en nue)*  4 U l { | } \ dGǼ萅zodYNhbh ~OJQJhbh&OJQJhbhDJNOJQJhbh&OJQJhbh OJQJhbhOJQJhbhTOJQJhbh>hOJQJhbhNhOJQJhbhoOJQJhbh45OJQJhbhXOJQJhbh 3OJQJhbhh:OJQJhbhhOJQJhbhh5OJQJ)*| } $a$gdE $a$gd+]($a$gdh$a$gdr$a$gd?-0dFefԾ{ppepZOChbhE 5OJQJhbhpOJQJhbhhOJQJhbhN(IOJQJhbh1DOJQJ(jhbh G OJQJUmHnHu.jhbh G 5OJQJU\mHnHuhbh G OJQJhbhT7OJQJhbhaVOJQJhbhOJQJhbhxOJQJhbh4pyOJQJhbhDJNOJQJhbhgOJQJ4`7TӽyjYNyjhbhIOJQJ hbh356OJQJ\]hbh36OJQJ\]hbh3OJQJhbh9OJQJhbhE OJQJhbhj<%6OJQJhbhE6OJQJhbhEOJQJhbhaROJQJhbhj<%OJQJhbhkvOJQJhbh 6OJQJhbh OJQJhbh+](OJQJ]^| W#&&''++^1_1x1y144j6k68$a$gd'$a$gdEB$a$gd $a$gdE T\]^;^0tǼzoodYNBhbhE 5OJQJhbh9OJQJhbhBOJQJhbh#OOJQJhbhPOJQJhbhqwOJQJhbh 4OJQJhbh]`OJQJhbhG6OJQJhbh!OJQJhbh3(OJQJhbh-rOJQJhbhZ OJQJhbhqOJQJhbhkvOJQJhbh3OJQJhbh3OJQJ\{| V#W#X##%$C$E$H$_$$$$$$%%2&&''''ɻߤɍɂwlalVhbhXm OJQJhbhOQOJQJhbhf OJQJhbhrOJQJhbh#OJQJhbhoOJQJhbhC6OJQJhbhCOJQJhbh_6OJQJhbh_6OJQJ\hbh_OJQJhbhKOJQJhbh8QnOJQJhbh OJQJhbhE OJQJ'[(f(())I1\1^1_1`1x1y1222<3T3U33&4A44444^5ǻ갥yncUGhbhW,6OJQJ\hbhg+6OJQJ\hbhPOJQJhbh5fhOJQJhbhg+OJQJhbh>OJQJhbhW,OJQJhbhvlOJQJhbh3~OJQJhbh'OJQJhbhE 5OJQJhbh>U5OJQJhbh>UOJQJhbhE 6OJQJhbhE OJQJhbhMOJQJ^5e55i6j6k677888899[:\:^:<<<=>ǼDžzodoYNChbh#:OJQJhbhOJQJhbh'OJQJhbheOJQJhbhoOJQJhbhCOJQJhbh<$OJQJhbhW,OJQJhbhOJQJhbhOJQJhbhlOJQJhbh>OJQJhbhW,B*OJQJphppphbhg+6OJQJ\hbhW,6OJQJ\hbhW,OJQJ\]88]:^:<<P>Q>AABB C CEEFFHHLLMMPP5R$a$gdZ$a$gdE $a$gd<$$a$gd'>&>O>P>Q>b>>*?+?O?P???]@^@g@@AAAAAABIBBB CUCVCuCEE&OTO6R߾Ԩ{ppehbhisOJQJhbhLOJQJhbhPOJQJhbhE 5OJQJhbhOJQJhbhg-OJQJhbhGOJQJhbhfVOJQJhbh>UjOJQJhbhMp?pqqԾꜲꑆ{pep{ZOhbhi=oOJQJhbh*TOJQJhbhOJQJhbhE OJQJhbhsOJQJdggii*k5kpkkkkllllmm?p@p\r]rttvvtwuw$a$gdw+R $ & Fa$gdE $a$gdE qqrr[r\r]rr(sAs[st ttt"uuhbhw+R6OJQJ]hbhO4OJQJhbhw+ROJPJQJhbhw+R6OJQJhbhw+ROJQJhbhpOJQJhbhtOJQJhbhOJQJhbhXcOJQJhbh;6OJQJhbh;OJQJhbh?:OJQJhbhs)OJQJhbhw5OJQJhbh*TOJQJhbhi=oOJQJhbh& OJQJuwwwExxyyzzT{U{-}.}GH$a$gdE $7^7a$gd.^$a$gdEB$a$gd.^$a$gdw+Rwww x x'x(x2xAxQxexrxxxxyywyzzT{U{+<u4ƻwlalVKhbh+OJQJhbh7\OJQJhbhxOJQJhbhE OJQJhbhE 5OJQJhbh|OJQJhbh.^6OJQJhbh@OJQJhbh.^OJQJhbhOJQJhbhw5OJQJhbhs)OJQJhbhd OJQJhbhlMOJQJhbhw+R6OJQJ]hbhw+ROJQJGUjk؃ك`Ąۄ0 hilʈFGHȼȼȼȰȼȤȤȘȘȌԁvvk`hbhMOJQJhbh:OJQJhbh OJQJhbhD,OJQJhbh4{6OJQJhbh&e6OJQJhbh6OJQJhbh 6OJQJhbh6OJQJhbh+6OJQJhbh[;OJQJhbh7\OJQJhbh+OJQJhbh#OJQJ#H+lmZВђ ٔ<pɾ골|qf[PEhbhjDOJQJhbhR6cOJQJhbh OJQJhbhOJQJhbh+FOJQJhbhOJQJhbh ~OJQJhbh9OJQJhbh:juOJQJhbh*OJQJhbhHEOJQJhbhD,OJQJhbht[OJQJhbh_OJQJhbhZ4(OJQJhbhE OJQJhbhzgOJQJstٗڗjk $a$gd2:$a$gdjn$a$gdr$a$gd $$a$gdE pqrsؗٗvMɾɨ||q|fZNChbh1OJQJhbh*5OJQJhbhH@5OJQJhbhOJQJhbhA7|OJQJhbh $OJQJhbh3FdOJQJhbh5OJQJhbh,dOJQJhbhOJQJhbhQOJQJhbhOOJQJhbhZC OJQJhbhJOJQJhbh OJQJhbhUkOJQJhbh3_OJQJ=>ChjkV ɾɳznbWbKWhbhdh6OJQJhbhypOJQJhbhyp6OJQJhbhx26OJQJhbhY5OJQJhbhY6OJQJhbhx2OJQJhbh,OJQJhbhEBOJQJhbhNnOJQJhbhjgsOJQJhbhOJQJhbh= OJQJhbhKOJQJhbh;T^OJQJhbh1OJQJ-0z b@J\]&p꺯꺤xmbWLAhbh3OJQJhbh_dOJQJhbhY+OJQJhbhDOJQJhbhI OJQJhbh(hOJQJhbhh OJQJhbhp+OOJQJhbh%OJQJhbhOJQJhbhOJQJhbhoCOJQJhbhi#OJQJhbh2:6OJQJ]hbh2:6OJQJhbh2:OJQJhbhjnOJQJ\]TOPopQR$a$gdKu$a$gdKu$a$gdcW$a$gdE9$a$gd2:pGHIYZįSTOPoԿԣvk`kUI>hbhKuOJQJhbhKu5OJQJhbhfMOJQJhbhOJQJhbhOJQJhbh?: OJQJhbh9T)OJQJhbhOJQJhbh6OJQJhbhOJQJ hbhe6B*OJQJph(hbhe6B*OJQJmH phsH hbheOJQJhbhOJQJhbh :^OJQJhbhC @OJQJsuv34ɴnYYNCN7N7N7NhbhKu6OJQJhbh OJQJhbhKuOJQJ)hbhKu@B*OJQJmH phsH ,hbhKu6@B*OJQJmH phsH hbhKuB*OJQJph hbhKu6B*OJQJphhbhKuOJQJmH sH (hbhKu5B*CJOJQJaJph+hbhKu56B*CJOJQJaJph?hbhKu56B*CJOJPJQJaJmH nH phsH tH BCKLQRHI^_O$  d7$8$H$]a$gdl^$a$gdt$a$gd$a$gdcW$a$gdKu@AC-."JKLǼzozozozozdzdYhbhV/GOJQJhbh?OJQJhbh ;OJQJhbhj%OJQJhbhtOJQJhbhtOJQJhbh-3OJQJhbh5i>OJQJhbhz BOJQJhbhOJQJhbh OJQJhbhQOJQJhbhfMOJQJhbh|2OOJQJhbh|2O5OJQJ"26D)cQ<GHIɾ|p|dYhbhl^OJQJhbhY96OJQJhbhM6OJQJhbhMOJQJhbh iOJQJhbhY9OJQJhbhV"OJQJhbhtOJQJhbh%xOJQJhbhROJQJhbh{AOJQJhbh2OJQJhbhy)`OJQJhbh9 OJQJhbh\/OJQJI^_TE ,-\dst|}ǼzozdYNYNCYChbh';OJQJhbhlXOJQJhbh1@0OJQJhbh-OJQJhbh (OJQJhbh=sOJQJhbh OJQJhbhhZMOJQJhbh CoOJQJhbhr2OJQJhbhpJOJQJhbh]8OJQJhbhO OJQJhbhZyOJQJhbhOJQJhbhD-OJQJhbhxZOJQJhbh1@0OJQJhbh oOJQJhbh[fSOJQJhbhlXOJQJhbhnOJQJhbh1pOJQJbk46:DRcFQ.~k01213ɾɾ|qeYqqNhbhZOJQJhbhS6OJQJhbh1J6OJQJhbh1JOJQJhbhSOJQJhbhJ-OJQJhbhKOJQJhbhHOJQJhbh1eOJQJhbhZOJQJhbhSOJQJhbhzFOJQJhbh0iOJQJhbhG.OJQJhbhO}*OJQJhbh!bOJQJO56lm"#^_}~$a$gdcW$a$gdcQS^SgdVgdb$  d7$8$H$]a$gdl^$  d7$8$H$]a$gdS"#3 |}GݽzoddYNCdhbhP?/OJQJhbhCdOJQJhbh)2OJQJhbh'L3OJQJhbhP3OJQJhbh OJQJhbhOJQJhbhCOJQJhbhW2MOJQJhbh OJQJhbhcQ5OJQJhbhVOJQJhb6OJQJhbh1@06OJQJhbhV6OJQJhbhlo6OJQJhbhloOJQJ#defg`acv±±sbWLb; 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Todo lo expuesto anteriormente en cada una de ellas, podramos decir que constituye parte de la teologa de nuestra misin redentora a travs de las obras de misericordia.     LA HERMANA MERCEDARIA DE LA CARIDAD, M. DEL PILAR VILLEGAS CALVO, mc CANAL DE LA MISERICORDIA Ignorancia (ignorantes) Duda (desorientados) Error (equivocados) Ofensa (ofendidos) Tristeza (tristes) Limitaciones (molestos) Necesidades (necesitados) Hambre (hambrientos) Sed (sedientos) Destierro (sin techo) Desnudez (desprovistos) Enfermedad (enfermos) Esclavitud (esclavos) Muerte (inertes) Pgina PAGE \* MERGEFORMAT 1 /012Kavҥӥ*AXjkl$  d7$8$H$]a$gd4igd G lrsⴰhbh !OJQJh$'hphphpCJ,OJQJaJ,'hbhbCJ OJQJaJ mHnHuhphpCJ aJ jhphpCJ UaJ hphpCJOJQJaJ 21h:p"a. 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